Problemas de la música y escuela

jueves, 13 de mayo de 2010

Estoy cansado de las excusas que ofrecen los administradores de las escuelas cuando tratan de explicar por qué sus escuelas no pueden ofrecer buenos programas de música. Pero la excusa que más me cansa es la del reclamo de que no hay suficiente tiempo para la música durante el día escolar. Esto es un disparate. La falta de tiempo es un problema totalmente infundado. Es un tema infundado. La falta de tiempo está enmascarando, en realidad, la falta de voluntad. Existen excelentes escuelas a nuestro alrededor que no tienen problema alguno en encontrar tiempo para la música y pueden servir de modelo. Si en la escuela A el tiempo no es un problema, ¿por qué habría de serlo en la escuela B? De todos los recursos necesarios para manejar una escuela, el tiempo es el único recurso distribuido con absoluta equidad en cada escuela de cada lugar.

Otro reclamo frecuente es que el horario no permite incluir la enseñanza de la música, lo cual también es absurdo. En definitiva, ¿quién dirige nuestras escuelas? ¿El horario o los educadores? ¿Cuál es nuestra mayor prioridad, el horario o los estudiantes? ¿Debemos comenzar con un horario arbitrario, y luego tratar de acomodar las experiencias educativas siempre y cuando podamos? ¿O deberíamos comenzar por identificar qué es lo que queremos que los niños aprendan y sean capaces de hacer, para recién entonces pensar en cómo lograrlo? Repito, por todos lados hay buenas escuelas que no tienen problema en incluir música en sus horarios. Sólo nos basta con mirar a nuestro alrededor.



Cuando se pidió a adultos y a estudiantes que citaran sus experiencias escolares más memorables, un número extraordinario de ellos citaron sus experiencias musicales. Describieron, de manera inconfundible, el escalofrío electrizante que corre por la columna vertebral durante una ejecución exquisitamente emocional; la extraordinaria camaradería que se genera con otros estudiantes en una ensamble; la amistad y el consejo de un maestro de música en particular; la acariciada oportunidad de ejecutar un solo, o el magnífico sentimiento de logro que uno experimenta luego de superar intimidantes desafíos, para poder alcanzar un meta musical fervientemente buscada. La educación consiste en todo aquello que nos queda, tras olvidarnos de las cosas que aprendimos en la escuela. A menudo, son las experiencias musicales atesoradas las que configuran los eventos más inolvidables de nuestros años escolares, y al mismo tiempo, sientan las bases para un permanente fluir de experiencias placenteras a lo largo de la vida. La música marca una diferencia en la vida de las personas.

Quizá, hoy en día en las escuelas, la mayor amenaza para los programas de música proviene de los directivos y de quienes toman las decisiones, ya que, es posible que estas personas, cuando fueron a la escuela, no hayan experimentado programas de música desafiantes y gratificadores. No se dan cuenta de lo que un buen programa de música puede hacer por el niño, por la escuela y por la comunidad. Sin embargo, sería terriblemente perjudicial, tanto para la sociedad como para los individuos involucrados, privar a otra generación de lideres de la educación y de la política de la enorme satisfacción y alegría proveniente de participar en un programa de música de primera calidad.

Los maestros de música nunca intentaron involucrarse para promover una causa, y sin embargo tienen que hacerlo. Nuestros aliados más poderosos son los padres de nuestros alumnos quienes están bien posicionados para ejercer una presión efectiva sobre los dirigentes que ellos mismos votaron. Por otra parte, debemos movilizar, a todo nivel, a nuestros aliados naturales, para que apoyen un sólido programa de música en la escuela. Estos aliados naturales incluye a educadores, artistas aficionados y profesionales, profesores universitarios, políticos simpatizantes y graduados de nuestros programas, como así también a cada grupo y a cada individuo que se considere a sí mismo un defensor de las artes.

En estos últimos años, y en muchos lugares, se ha deformado peligrosamente el énfasis tradicionalmente puesto en los valores humanísticos de la educación, ya que dicho énfasis se ha ido desplazando hacia objetivos a más corto plazo y estrechamente mecánicos. Muy frecuentemente, las escuelas han descuidado importantes metas a largo plazo, buscando alcanzar las metas en boga y a corto plazo. El propósito central de la educación no es, por ejemplo, ayudar al estudiante a conseguir un trabajo. Una persona con una amplia educación va a encontrar un trabajo, pero un enfoque limitado sobre la capacitación laboral ignora las reales necesidades que los empleadores más desean: la habilidad para pensar con claridad y la habilidad para comunicarse eficientemente. Los empleadores quieren trabajadores familiarizados con los cinco campos básicos de estudio, ya que ellos mismos prefieren aportar el entrenamiento específico de su trabajo. Y las destrezas personales que más evalúan los empleadores – creatividad, flexibilidad, disciplina, y la habilidad para trabajar en colaboración con otros – son todas destrezas que se enfatizan en la música.

Tampoco es propósito de la educación preparar a los estudiantes para la elaboración y el marketing de los productos del consumidor. La gente joven no debe ser tratada meramente como peones en el gigantesco tablero de ajedrez de la competencia económica internacional. Y por cierto que tampoco es el propósito de la educación preparar estudiantes para aprobar exámenes estandarizados. El mayor y verdadero propósito de la educación es la búsqueda de la verdad y de la belleza, del desarrollo de las capacidades humanas, y del mejoramiento de la calidad de vida. Nada mejor que la música para contribuir con este propósito. Es una falta de previsión y un engaño enfatizar que a los estudiantes se los prepara para hacerlos merecedores de una vida mejor a expensas de prepararlos para que vivan una vida mejor.

La posteridad no juzga a una nación por la fuerza de su ejército, ni por el superávit o déficit de sus negocios, ni por los resultados que sus estudiantes obtienen en los tests estandarizados, sino principalmente por su contribución a las artes y a las humanidades. Esto ha sido así a lo largo de la historia, y se ha vuelto tanto más real, a medida que expandimos nuestro potencial para hacer que nuestro hermoso planeta se torne cada vez más inhabitable a causa de la polución y la guerra. Cuando el tiempo barre con todo, lo único que queda de una civilización, son las obras artísticas y humanísticas.

Música es vitamina M. La música es la pepita de chocolate en la galletita de la vida. Hay magia alrededor de la música. Nos permite expresar nuestros más nobles pensamientos y sentimientos. Compromete a nuestra imaginación. Nos proporciona oportunidades inigualables para afirmar nuestra unicidad. Estas son funciones particularmente importantes en un mundo cada vez más dominado por la tecnología electrónica. La música no es simplemente un ornamento de la vida; es la manifestación básica del ser humano. Si insistimos para que cada estudiante tenga acceso en la escuela a un programa de música comprensivo, balanceado y secuenciado, es porque, simplemente, aspiramos a proporcionar a los alumnos de todas las escuelas las oportunidades que al presente reciben los alumnos en las mejores escuelas. No es nada menos que esto es lo que necesita una sociedad democrática para consolidarse.



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